4º.- JUAN BELMONTE: el sevillano cortó el 22-9-1935 al toro "Ocicón" de Coquilla(cuarto de la tarde). Alterno con Marcial Lalanda y Alfredo Corrochano. Esa tarde cobraron: Belmonte 20.000 pesetas; M.Lalanda 15.000 y A.Corrochano 10.000 pesetas.
Alfonso lo relató así en El Liberal: “En el cuarto de la tarde fue la misma obra corregida y aumentada, para mejor decir, valorada por las enseñanzas que ella tuvo. El toro era manso. Había huído de los picadores, como después de los banderilleros, y llegó al tercio final refugiándose y defendiéndose en tablas. Acostumbrada la nueva generación de aficionados a las faenas de “pasa torito”, creyó que Belmonte no iba a hacer nada; pero se llevó otra nueva sorpresa cuando el trianero mandó retirar a la gente. Se quedó solo, le metió la muleta en los hocicos y consintiendo y tirando de él le hizo pasar cuantas veces le vino en gana. Se hizo con el enemigo, hasta dar la sensación de que estaba toreando a un toro bravo. Montó la espada a dos centímetros de los pitones. Con la punta del acero retiró una banderilla que le molestaba y se volcó sobre el morrillo de la fiera, que cayó al suelo sin puntilla de un magnífico volapié en todo lo alto. Diríase que en la plaza se hizo un silencio de muerte. Parecía que nadie se atrevía a salir de su sueño. Pero de pronto, como si la multitud se hubiera emborrachado, gritó hasta enronquecer: ¡Bravo! ¡No te vayas! ¡Quédate! Y millares de voces le repetían, como si fuera el estribillo de una oración ensayada antes de ponerla en escena. Un eminente abogado, gloria del foro, cuando Belmonte recorría en triunfo el ruedo, llevando en las manos las dos orejas y el rabo de la fiera, no encontró una palabra que expresara mejor su entusiasmo que decir al torero: ¡Animal! ¡Animal! Y como queriendo encontrar una justificación a la frase el eminente orador se preguntaba: ¿Pero qué le voy a llamar después de lo que ha hecho?” (El Liberal, 24 de septiembre de 1935).
5º.- ALFREDO CORROCHANO:
l madrileño cortó el 22-9-1935 a un toro de Coquilla(sexto toro), en la misma corrida anterior.
He aquí como lo narró El Liberal: “Como para cerrar una tarde de tan sincera recordación para los aficionados era necesario recurrir a las cosas extraordinarias, he aquí que la lidia de este último coquilla quedará en la memoria de todos. Alfredo Corrochano le paró los pies con unas verónicas admirables e hizo un primer quite soberbio. Intervinieron Belmonte y Lalanda en la forma que ya hemos dicho, y la plaza se convirtió en un volcán. ¡Cómo salían las ovaciones! Alfredo se acercó montera en mano a Lalanda y le brindó. Cerró mucho el toro en tablas y dio dos valerosos pases sentado en el estribo, seguidos de otros dos con ambas rodillas en tierra, las cuatro imponentes. Puesto en pie, vimos otro curso del toreo al natural perfecto. Todos ellos ceñidísimos y llevando muy bien toreado al animal. Para dar una completa satisfacción a todos los gustos, después del toreo serio lo complementó con los adornos. Molinetes, afarolados –uno de ellos de rodillas-, cambiándose la muleta de mano, etc. Los olés del entusiasmado público iban acompasando la excelsa labor del artista. Acabó la corrida de un pinchazo y una estocada en lo alto, y como se había hecho con Juan Belmonte, se le concedieron las dos orejas y el rabo…”.
6º.- CURRO CARO:
El madrileño cortó el 29-9-1935 a un toro de Fermín Martín Alonso (séptimo de la tarde). Alternó con Nicanor Villalta, Fernando Domínguez y Lorenzo Garza.
Federico Morena, en el Heraldo de Madrid, relata así la hazaña: “No tomaba el bicho francamente el capote, pero Curro, decidido a triunfar contra viento y marea, se ajustó con él enormemente, y en el primer quite fue cogido por la entrepierna y dio la vuelta de campana sobre el pitón. Por fortuna todo se redujo a la rotura de la taleguilla. Y el bravo mozo siguió estrechándose temerariamente, como si los pitones fuesen de mazapán… Brindó Curro la muerte de este toro al público. La faena, valerosa y torerísima. La muleta peinó despaciosamente los lomos de la res en una serie magnífica de pases altos y de pecho. Los olés y las ovaciones se sucedían sin interrupción. Majeza en la plaza y entusiasmo en el graderío. ¡Así es la fiesta de los toros! Faena magnífica y variada. ¿Qué podía faltar? Intentó Curro completarla con el toreo por naturales. Y logró sacar uno precioso, templadísimo. Le pareció poco y siguió desafiando bravamente con la muleta en la zurda. Inútil. El toro no se arrancó y nos quedamos con la miel en los labios… Había que acabar… El toro, vencido, agotado, escarbaba el suelo y reculaba. Curro avanzó despaciosamente y hundió el estoque, centímetro a centímetro, en lo alto del novillo. El toro se desplomó rápidamente. Y el espada, en medio de un entusiasmo indescriptible, cortó las orejas y el rabo y dio dos vueltas al ruedo, y fue aclamado, en fin, en el centro de la plaza. ¡Paso a un torero que quiere ser figura” (El Heraldo de Madrid, 30 de septiembre de 1935).
... continúa en capítulo -III...
martes, 24 de mayo de 2011
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