(Este artículo será publicado en dos capítulos)
El arte y la técnica en el toreo
Discurso pronunciado por el maestro Enrique Ponce en la Academia de Córdoba en 2008.
"Buenas noches Excmas. Autoridades, Excmas. Señoras Académicas y Excmos. Señores Académicos, amigos todos.
Ante todo quiero que mis primeras palabras sean para expresar la emoción que siento al estar hoy aquí y lo que para mí significa este acto. En primer lugar quiero expresar mi agradecimiento a los Excmos. Sres. académicos que con sus votos han hecho posible que esta noche me encuentre ante ustedes para tomar posesión como académico correspondiente de la Real Academia de Córdoba, de ciencias, bellas letras y nobles artes. es para mí un honor este nombramiento por muchas razones, una de ellas por ser el primer torero de la historia al que se le nombra académico de una real academia y, como consecuencia, porque con ello se reivindican oficialmente los valores culturales y artísticos que entraña el toreo, nuestra fiesta nacional.
No es de extrañar pues que grandes genios literarios y artistas de todos los ámbitos se hayan inspirado y se sigan inspirando constantemente en el toreo para realizar grandes obras de arte.
Piensen lo que sucedería si en Inglaterra existiera una fiesta popular que hubiera hecho a Hemingway dedicarle varios de sus libros. Piensen que en Portugal existiera una ceremonia tradicional que hubiera merecido una serie de litografías de Picasso o Goya. Piensen que en Alemania existiera una costumbre de sus pueblos que poseyera tal fuerza que Bizet le hubiera dedicado una ópera universalmente conocida. Esa hipótesis existe y se convierte en realidad en el legado de la cultura española y tiene un nombre que no necesita traducción: fiesta nacional, tan presente en todas las bellas artes.
Y es que si nos parásemos a pensar, en una tarde de toros se conjugan todas estas artes: la música, que suena de fondo ante una gran faena; la escultura, que se materializa en cada uno de los lances o suertes del toreo, en embroque de onírica torería, con la diferencia de que esa escultura irrepetible cobra vida y emociona más que ninguna otra y permanece en nuestra retina durante toda la vida sin que nunca jamás se pueda volver a ver. Sobre el bronce nadie como mi paisano Mariano Benlliure atrapó la bravura de un toro en su agonía cuando quiso homenajear a su gran amigo, el torero cordobés, Rafael González "Machaquito", por haber elevado a la categoría de arte una estocada a un toro de Miura en Madrid en el año 1907. Sólo Benlliure podría captar la angustia de un pueblo ante su torero caído en la arena, angustia que se refleja en el mausoleo de "Gallito"; en la pintura, porque como dice mi amigo el maestro Botero "una corrida de toros se pinta sola" ya que tenemos todo el colorido y la luz del mejor de los cuadros, quedando esto de manifiesto en las tauromaquias de Botero, Picasso, Goya, Roberto Domingo o del actual y también afamado Miguel Barceló; está presente el toreo en la poesía, porque algo de extraordinario tiene que ocurrir en el ruedo a las 5 en punto de la tarde, la hora mágica del toreo, para que un genio como Federico García Lorca se inspirara para dar fruto a uno de los mas grandes poemas de la literatura universal, “el llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, y para que en la obra de Rafael Alberti figuren numerosos poemas taurinos, y sintiera la íntima necesidad de vestirse de luces y hacer el paseíllo en la cuadrilla de Sánchez Mejías en la plaza de Pontevedra en 1927; en la ópera, Bizet convierte en héroe de una historia universal de amor y de celos a un torero en "Carmen"; en el teatro, también el toreo asume una gran parte de su escenificación porque de alguna manera el matador se convierte en actor, con la diferencia de que en el escenario del ruedo se muere de verdad. En España tenemos un gran dramaturgo comprometido como ningún otro con nuestra fiesta, que plasma con gran sentimiento y verdad en su obra "controversia entre el toro y el torero", él es el gran maestro Albert Boadella; en la danza, que tantas veces ha sido comparada con el toreo por los ademanes que se asemejan a los de un gran bailarín; y en la literatura en general, a la que dedicaron parte de su obra Bergamín, José María Pemán, Pablo Neruda, Rafael Duyos, Blasco Ibáñez, que con su novela "sangre y arena" dió pie a que la meca del cine americano se interesara por la fiesta de los toros desde otro ángulo, y muchos más escritores que dejaron constancia de su creatividad y arte abordando temas sobre tauromaquia.
Numerosas frases reflejan la admiración por el arte del toreo a lo largo de la historia. Federico García Lorca dijo sobre la fiesta de los toros: “el toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”. Manuel Machado dijo en cierta ocasión que “antes que poeta, hubiera preferido ser un buen banderillero”, Ortega y Gasset confesaba que hubiera cambiado su fama por la gloria que solo es dable a los matadores de toros. En cierta ocasión cuando a Gerargo Diego le preguntaron que como era posible que en Santander hubiera presenciado una corrida por la mañana, otra por la tarde y una tercera por la noche, se limitó a decir: “todos los días deberían ser así”. Pablo Ruíz Picasso confesó que lo que más echaba de menos en su exilio francés eran las corridas de toros.
Si grandes personalidades honraron a la fiesta con sus reflexiones y comentarios, la fiesta devolvió a la sociedad también un modo de expresión propio, calándose hasta la médula social la terminología taurina en conversaciones cotidianas: me aprieto los machos y continúo con mi exposición.
Queda así de manifiesto que nuestra fiesta nacional forma parte de las más grandes expresiones artísticas del mundo. y es que el toreo ha evolucionado en este sentido de una manera extraordinaria. Todo arte es, de por sí, evolutivo. en el toreo el arte evolucionó a la vez que el toro. Sería impensable que en el siglo XIX se pudiera torear un toro con la limpieza, la profundidad y la perfección del toreo actual. Atrás quedan esas luchas de toros en las que aguerridos y valientes nobles incluso reyes, alanceaban y posteriormente rejoneaban toros fieros allá por los siglos XVI y XVII, como el mismísimo César Borgia, hijo del más poderoso Papa del Renacimiento, el valenciano de Xátiva Alejandro Borgia, conocido en su pontificado como Alejandro Vi y también como el Papa más aficionado a los toros, sobre todo cuando su hijo César, comandante jefe de las tropas vaticanas, celebraba sus éxitos alanceando toros en la ciudad de Roma, para poco a poco las corridas de toros convertirse en una de las artes que más sensibilidad atesora.
... continúa en el capítulo-II...
1 comentarios :
En otras palabras un discurso que justifica la existencia del toro artista, garantía de un toreo soso, aburrido y predecible. Se torea mejor que nunca, a toros amaestrados.
Asi las cosas, la fiesta pierde su legitimidad moral.
Saludos,
POCHO
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