Os deseo a todos Feliz Navidad y que en 2011 se cumplan muchas de vuestras ilusiones
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Desde los mas remotos tiempos en que se corrieron toros, las fiestas reales presentaban un especial privilegio, donde en el palco ocupado por los monarcas, se situaban un determinado número de soldados provistos de una especie de pica denominada "suiza", los cuales habían de detener al toro si por acaso les acometía.
(Foto del blog taurolidia)
Posteriormente, ésto, ya en las plazas modernas, se hizo quitando un segmento de barrera que era sustituido por alabarderos (guardia personal del Rey) armados con sus correspondientes alabardas. En las corridas reales se colocaba en el ruedo bajo el palco de los reyes, ocupando a lo ancho la extensión del mismo para, en teoría, proteger a la Real Familia de las embestidas de los toros. Ello era necesario siglos atrás, pero no ya en la segunda mitad del XIX y principios del XX, aunque se conservaba la tradición y así, cuando el toro se acercaba, los soldados solían despedirlo del lugar con las alabardas, aunque no siempre lo lograban.
Descripción que de esta "suerte" debemos a D. Eugenio García Baragaña: "La lanzada de a pie se debe hacer clavando la lanza en tierra, inclinada hacia el lado por donde el toro ha de venir, y luego que éste venga, se alzará o bajará para que en medio de la frente se le clave". Dicha lanza era descrita por Pepe-Illo en su tauromaquia: "Debe tener de tres y media a cuatro varas de largo, y su grosor ha de ser de tres pulgadas de diámetro por la parte superior, y como unas cuatro por la inferior, colocando en aquella una cuchilla de casi una tercia de largo con la anchura correspondiente". La suerte era practicada rodilla en tierra y a la puerta del toril.

Las luchas de fieras dentro de los cosos taurinos tuvieron lugar desde el siglo XVI hasta los principios del XX, que cayó en desuso. Ya en el siglo XVI, el Duque del Infantado de Guadalajara ofrece al rey francés cautivo Francisco I, la lucha de un toro con un león suyo.
Recibe este nombre la llamada "suerte del pedestal", invención nde un zapatero valenciano llamado Tancredo López. Fundándose en que los toros no embisten si no son hostigados, ni arremeten contra personas o cosas inmóviles, ideó esperarlos a la salidad el toril, vestido de blanco, simulando una estatua, y sobre un pedestal blanco.
Para picar de esta manera (la descripción es obvia) se necesita gran destreza y un caballo de buena boca y bastante avisado. Este modo de poner varas se halla desterrado en la actualidad y resulta vistoso y precioso si hay que vérselas con toros bravos y duros, o sea, con un poder que no suelen tener los de hoy.
Es una suerte que describe Paquiro en su Tauromaquia: "Para ejecutar ejecutar esta suerte se pone el diestromontado en el hombro de otro torero, que llevará en la mano derecha la muleta, y el de encima armado con la vara de detener, como si fuera verdaderamente a picar. De este modo el que tiene la muleta cita al toro conforme a las reglas que para el manejo de ella hemos dado, y el de encima, cuando está en la humillación, le pone la garrocha y lo pica. Es inútil decir que quien principalmente hace la suerte es el de la muleta".

No eran otra cosa que unos palos con una carga de polvora que, teniendo próximo un fulminante, incendiábase al clavarlos y provocaban varias explosiones. Se aplicaba a los toros cobardes que no admitían los puyazos reglamentarios, y con ellas solían romperse los toros y ahormarse, cosa que no se consigue con las banderillas negras con que aquellas fueron fueron sustituidas.
Hemos de indicar que durante un buen tiempo estuvieron en desuso, pero actualmente se vuelven a celebrar y va en crecimiento, tanto los festejos de saltos como de recortadores.
Montes lo describe así: "Se puede hacer esta suerte de dos modos: bien estando parado, citando al toro y esperándolo hasta que entra en jurisdicción y humilla para recoger el bulto, en cuyo momento se le pone el pie en la raíz de los cuernos, y en el medio de la cabeza o testuz, para librarlo todo de un salto y caer por la cola, saliendo con todos los pies; o bien, y es lo menos frecuente, salir a él con diferente viaje, y cuando se llegue a embrocar dar el salto del modo dicho".
Mas cultivado que el anterior fue este salto, pero en desuso ya, desde que "Guerrita" dejó de practicarlo. Consiste en pasar el torero de un brinco por encima y detrás de las astas del toro. El torero llama la atención del toro hasta que conozca la dirección del viaje, irá el diestro retardándolo y acelerándolo, sesgando, según los que calcule que hace falta para llegar al centro de la suerte, y siempre atravesando con el enemigo, hasta encontrar tapada la salida, en cuyo preciso instante, y al humillar el astado para coger el bulto, serña ocasión de que el torero salte en la expresada forma, librando de paso su cabezada.
Llamado también salto de cabeza a rabo. Suerte abolida consistente en saltar un individuo de cabeza a rabo del toro, sin sujeción a reglas determinadas, y confiada solo a la temeridad del ejecutante. Debe este nombre al diestro que ejecutaba esta suerte con gran seguridad: Leandro Sánchez "Cacheta".



Este ha sido el salto que mas ha sobrevivido. Una vez desaparecido en 1946 en Barcelona lo volvió a resucitar el novillero José Calabuig. Consiste en que el torero provisto de una garrocha o un palo similar, deberá de alegrar al toro en la rectitud de éste para que vaya hacia él y encontrarse ambois en un centro. Cuando vaya a efectuarse la reunión, clavará el diestro la garrocha en la arena, se apoyará en ella. se elevará como si fuera a saltar un arroyo e irá a caer detrás del astado, procurando soltar el palo al sentir en éste el derrote de aquel.
El salto requiere gran precisión para medir los terrenos, ya que es de mucho riesgo.
Era uno de los saltos mas populares y fue perpetuado por el pintor Goya (Ver foto izquierda). Su nombre se debe a Antonio Ebassum "Martincho". El salto consistía en colocar cerca de la puerta de toril y frente a ella una mesa cubierta con un capote o un paño cualquiera, a guisa de tapete y sobre la mesa colocábase el torero y al acometer el toro a dicho mueble y humillar, el torero daba el salto salvando el cuerpo de la res, para caer detrás de sus cuartos traseros. Parece ser que Martincho practicaba este ejercicio con los pies sujetos por grilletes.